¿Cómo elegir la carrera universitaria correcta? Es la pregunta que miles de jóvenes se realizan al terminar la secundaria. Entérate cómo tomar una buena decisión.
Por Flor Hau Yon. 12 febrero, 2013.Cada año, miles de jóvenes egresan de la secundaria en el país y cada vez son más los que salen sin haber definido qué carrera seguir y si prefieren estudios técnicos o universitarios; también hay –lamentablemente– quienes no podrán seguir estudiando por falta de medios económicos y porque necesitan trabajar ya, en lo que sea.
Pero, ¿por qué hoy los chicos y chicas no saben qué estudiar?, ¿por qué no han definido su vocación? Inclusive hay quienes ingresan a estudiar una carrera y en el camino se dan cuenta de que no es lo suyo. La magíster Flor Hau Yon, docente y exdecana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura, explica algunas de las razones.
¡Ay, la familia, la familia!
Para la formadora de educadores, solo alrededor de un 10% ha encontrado su vocación al dejar el colegio. Los demás no saben qué hacer. Esto, dice, puede deberse a tres razones. Primero, hay una especie de lucha entre lo que ellos quieren y lo que los padres o la familia quisieran para ellos. “La presión familiar los hace dudar y aún después de elegir, algunos padres no aprueban la elección de los hijos. El alumno debe elegir libremente porque su libertad y su vocación lo ayudarán a enfrentar con optimismo, disciplina y perseverancia los retos que se le vayan presentando; de lo contrario, es muy probable que no le vaya muy bien”.
Por otra parte está la oferta excesiva de carreras. “El bombardeo desde las universidades e institutos es increíble. Entregan un gran volumen de información y publicidad de sus carreras que terminan desorientando a los postulantes y los dejan sin saber en qué consiste realmente la carrera”. Un tercer factor, muy importante también, es la inmadurez de los jóvenes y adolescentes. “Esto va ligado a la edad en la que terminan los estudios secundarios (15, 16 o 17 años). Son muy jóvenes y aún no saben lo que quieren”, pero también tiene que ver con la madurez emocional que hayan adquirido en el hogar.
¡Porque me gusta, pues!
La especialista explica también que los postulantes deben tomar conciencia de que la elección de la carrera involucra no solo sus gustos sino también su forma de enfocar futuros retos. “Todas las cosas buenas cuestan; y el sacrifico es mejor llevado si le agrada hacia dónde está enfocado. La vocación no es todo, se tienen que desarrollar competencias personales como voluntad para esforzarse y sacrificio. Por ello, deben contestarse dos cosas: ¿tengo cualidades para esta profesión?, ¿tengo las capacidades para afrontarla?
El mundo de hoy, incluida la Internet, ofrecen muchas herramientas para ayudar a definir la vocación: abundante información sobre carreras y universidades, variedad de test vocacionales y consultorios en línea, cuando no hay medios para acudir a un especialista que otorgue un trato personalizado.
La Mgtr. Hau Yon indica que estos test deben ser aplicados con seriedad. “Además, los padres y maestros deben hacer un seguimiento personalizado de cada uno de los estudiantes para que se conozcan mejor y descubran sus motivaciones, capacidades y potencialidades… La mayoría de colegios particulares vienen aplicando estos test, pero hay que cuidar que sean válidos y que su análisis sea riguroso. También ayudaría el contacto de los escolares con profesionales de diversas carreras que cuenten a qué se dedican y qué significa ser un profesional de dicha carrera”.
El siguiente paso: dónde estudiar
Conocida la vocación, motivaciones, cualidades y capacidades la incertidumbre sigue: hay que elegir dónde estudiar; buscar qué instituciones ofrece la carrera que se quiere seguir; y, de todas ellas, ¿cuál elijo? Primero, manifiesta la docente de la UDEP, el aspirante debería escoger la institución de acuerdo a sus criterios y convicciones. “No hay que perder de vista que quien estudia una carrera es una persona que debe formarse no solo académicamente, sino –sobre todo– de manera integral. Si esto está claro, hay que tener en cuenta lo siguiente: la exigencia y el esfuerzo que supone el aprender con rigor científico una carrera; la visión humanista de la institución que garantice una mejora en el crecimiento de la persona; y su credibilidad y prestigio, garantizados por sus egresados y el aporte a la sociedad”.
¿La más cara, la más barata, la más cara, la más…?
Otro factor que se tiene en cuenta al elegir dónde estudiar es costo, pues hay que ver las posibilidades de la economía familiar y la calidad que se busca. Flor Hau Yon explica. “la educación universitaria supone un costo que se traduce, en las universidades particulares, en la pensión académica que cubre una serie de gastos. Sin embargo, la calidad educativa no se mide por el tema económico en ninguno de los extremos; es decir: una pensión excesiva no garantiza la calidad de enseñanza ni tampoco lo hace una ‘oferta de pensiones’ accesible a todos”.
Lamentablemente, hoy en día se elige la institución superior con criterios errados. “La situación del país hace que la mayoría de la gente elija sin tomar en cuenta la calidad sino buscando lo que cuesta menos y el centro que menos exija. Esto sí es un gran error porque puede cumplirse el dicho: ‘lo barato sale caro’. Efectivamente, resultará muy caro haber perdido 5 años de mi vida y no sentirme en la capacidad de competir con otros profesionales… En este aspecto, ayudaría contar con una política de pensiones escalonadas, de acuerdo a las posibilidades del estudiante”.
“Si el estudiante es bueno y tiene vocación, el aspecto económico no debería ser un impedimento para que estudie una profesión en una universidad de prestigio y seriedad académica”, anota la Mgtr. Hau Yon, también evaluadora del Consejo de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad de la Educación Superior Universitaria (Coneau).
Como vemos, si se toman en cuenta los pasos y recomendaciones enumeradas en este artículo, quizá el próximo año, y los siguientes, haya menos chicos y chicas deshojando margaritas o jugando al ‘de tin marín’ o al ‘yan ken po’ consigo mismos, frente a una larga lista de carreras, institutos y universidades.
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